viernes, 11 de febrero de 2011

Inicios...

Debía tener unos 8/9 años cuando me regalaron mi primera bici. Al menos que yo recuerde. Era una Torrot de trial sin cambios que había comprado mi abuelo. Con ésta hice mis primeros pinitos en el mundo de las dos ruedas. Mi madre la bajaba a la calle, desde un cuarto sin ascensor, para que pudiese montar con los amiguetes del barrio.
Unos años más tarde ya en primero de BUP, esta bici volvió a cobrar protagonismo. Algunas tardes nos juntábamos algunos compañeros (Jordi Crespo, Xavi Pons, Fernando Chacón, José Luis Morales...) para ir desde Viladecans a Sant Boi. En esta etapa, me dí cuenta de que necesitaba cambiar mi montura. Jordi, lucía su recién estrenada MTB (con la que ha estado saliendo hasta hace poca más de un año, una reliquia) y el resto de la colla llevaba máquinas con cambio piñones, lo que hacía que mi pobre Torrot no pudiese seguir el ritmo.
En esta época, mi Tío, José María, sintió también tentado por el mundo de la bicicleta y decidió comprar una MTB. Mi padre y yo lo acompañamos a mirar modelos y finalmente acabé con una igual que la suya. Una flamante Conor lila. Puedo decir que esta es la bicicleta a la que más partido he sacado. Las salidas con el grupo del instituto continuaron. Ahora con mi nueva máquina podía presentar batalla. En una de estas salidas, bajando una carretera, Fernando, que montaba una reliquia de frenos de varilla, perdió las zapatillas de freno. Cómo podéis imaginar acabó por los suelos. El accidente no fue más que chapa y pintura pero fue el inicio del fin del grupo.
Por suerte a estas alturas, los fines de semana salía con mi Tío, y posteriormente se añadieron David Pol y Roberto Zapico, dos compañeros de la piscina en la que rebajábamos como Monitores. Estas salidas se prolongaron durante unos años, fuimos mejorando nuestras máquinas y nuestras piernas. Pero al igual que la anterior etapa, se acabó.  Ahora no recuerdo bien por qué dejamos de salir. Pero poco a poco la frecuencia se fue reduciendo hasta dejarlo por completo.
Muchos años después conocí a Alfonso, pareja de una amiga. Él salía asiduamente con un grupo del Prat (Carlos, Toni, Oscar...) y me animó a integrarme. Empecé a salir con ellos, íbamos cada sábado a Collserola. Nos encantaban hacer trialeras y acabar en Can Coll con un buen almuerzo. Las primeras salidas fueron muy duras, ellos estaban rodados y yo totalmente oxidado. Poco a poco fui cogiendo la forma, la que te permite el salir un día por semana, y empecé a dar guerra al grupo subiendo. Bajando sólo Alfonso seguía mis pasos. Desde mis inicios he tenido ese fallo en la conexión de algunas neuronas que inhiben el miedo en las bajadas y te permiten bajar por casi cualquier sitio a mucha velocidad. En una de estas salidas, en Sant Cugat, bajando una trialera muy rápida, apareció el bump ideal. Llegué al él y salté, todo iba perfecto. Al aterrizar primero se posó la rueda trasera y  poco más tarde la delantera. Y aquí empezaron los problemas. La horquilla delantera de elastómeros estaba muy castigada y no absorbió el impacto. El golpe seco hizo que el manillar de ni preciada Conor se rompiese por ambos extremos. Para mala suerte reboté con el esternón en la potencia y no caí. Continué unos 100m más bajando en equilibrio con las manos en alto sujetando los trozos de manillar y gritando, lo que propició la "bronca" en primera instancia de Alfonso. Él iba delante mio y al escucharme chillar, miro hacía atrás y me vio en plena bajada con las manos en alto. "Estás loco, ¡Cómo te sueltas de manos en plena bajada!" fue lo primero que me dijo. A lo que yo sólo respondía, lo has visto, lo has visto... Unos segundos más tarde vio los trozos de manillar y se dio cuenta de lo sucedido. ¡Estoy loco pero no tanto! Aún no nos explicamos cómo pude bajar tantos metros por aquel camino sin manillar. El accidente, a pesar de su aparatosidad, fue como el de Fernando, chapa y pintura. El problema es que estábamos en Sant Cugat y el coche en Cerdanyola. Así que con un palo y unas dotes de maña conseguí llegar al coche. Ese día, al acabar la salida íbamos a pasar a recoger a mi mujer por el trabajo. Ella estaba en Barcelona y nos pillaba de paso. El camino de vuelta me sirvió para convencerla de que tenía que comprar una máquina nueva. Mi estado, totalmente magullado, y los relatos del resto de compañeros insistiendo en que me podía haber matado, a pesar de no haber visto el "tortazo" ya que bajaban bastante más rezagados, dieron sus frutos.
El siguiente martes ya estaba en Valbuena acompañado por mi mujer para que me ayudara a elegir a mi nueva compañera de aventuras.... Y a partir de aquí empezó a cambiar el concepto de la bici para mi.
Pero bien, eso lo contaremos en la siguiente entrada.

Nos vemos.


No hay comentarios:

Publicar un comentario